Pueblo pesquero.

Zingo y Wendy.


Bajaron del auto, una suave brisa recorrió sus sentidos, era algo muy agradable, se sentía tan real, como si fueran personas en un sueño.


            —Qué lugar tan bonito —dijo Adriana.


            —Sí, es muy agradable el lugar, yo solo he pasado en auto, nunca me había bajado… oh, ya entendí. —Alberto sonrió y Adriana le devolvió el gesto. Ella había sido una de los Virtus que había moldeado esa zona, así que era lógico que ese espacio fuese un orgullo, era su creación.


            —Ya quiero pintar el amanecer, ¿faltará mucho?


            —No creo. —Alberto sacó su celular, apenas pasaban de las cinco.


            —Suele amanecer a eso de las seis de la mañana, así que estamos a buen tiempo. Por allá —agregó Laura—, está mi casa, todos son invitados a quedarse si gustan. —Oscar no había notado, pero la orilla de la playa se extendía ampliamente, a la derecha, donde había señalado Laura, se hallaban muchas casas pequeñas y algunas cabañas, todo estaba poco iluminado. A la izquierda no había más que peñascos y escarpados, difícilmente se podía construir ahí alguna choza.


            —Muchas gracias, Laura, no sabía que vivías por acá, ¿cómo te vienes después de trabajar? —inquirió Alberto.


            —Pasamos la noche en el hotel, hay cuartos para los trabajadores y así no tenemos que gastar dos horas del día en viajes. Cuando tenemos más días de descanso, pues nos venimos a nuestras casas en el camión. —Oscar dudaba que ese tipo de técnicas se emplearan realmente en los tiempos en los que estaban, aunque le parecía algo bueno.


            —¿Y si quieren venir a su casa?, ¿tendrían que esperar a que tuvieran más tiempo y así poder venir? —Alberto se mostraba inocente.


            —No, para nada, por ejemplo, yo salgo a las 4 de la madrugada, si estoy muy cansada, puedo irme a dormir o incluso aprovechar para desayunar. Tengo todo el día libre, así que a cualquier hora me puedo ir en el camión o en el transporte del hotel que va al pueblo, es un vehículo para turistas, pero lo podemos tomar gratis, eso sí, tienen horarios, por lo que debo tener cuidado de que no se me pase o de no llegar tarde al próximo turno… —Oscar comenzó a divagar… si sale de vacaciones, ¿vendrá al pueblo de turista?—. Algunas veces me vengo con unos compañeros que tienen vehículos, varios vivimos por la zona.


            —¿No sabes si por aquí hay alguna casita que se venda? —Adriana les recordó que ella quería vivir junto a su obra maestra, el mar.


            —Por supuesto. —Señaló hacia una especie de departamento sobre un pequeño cerro, era de lo más apartado de las construcciones, tenía grandes cristales y al parecer, una bella vista de toda la playa, sin duda, el lugar perfecto para pintar un amanecer desde la comodidad del hogar—. Es una casa de dos pisos, tiene un balcón muy bonito. Cuando me vengo en camión, paso por ese rumbo y he visto que está en venta.


            —¡Qué bonito!, sí, yo la quiero —dijo muy entusiasmada Adriana—. Ya me imagino pintando en el balcón y ofreciendo mis obras de arte en el piso inferior… Podrías trabajar conmigo Laura, me ayudarías a ofrecer mis trabajos, ¿qué te parece? —Alberto vio a Laura a los ojos, aunque estaba muy oscura la playa, encontró su mirada rápidamente.


            —Que amable, muchas gracias —decía Laura mientras el viento movía su cabello corto—. Es una buena opción, pero me gusta mucho atender a los huéspedes del hotel, no lo dejaría por el momento. —Oscar juraba que había oído suspirar a su amigo.


            —Lo entiendo, si cambias de opinión, ya sabes cual será mi casa y como encontrarme. Si gustas, puedo pasar a tu casa y regar tus plantas o darle mantenimiento a tu hogar, para que no tengas que viajar una hora para los cuidados caseros.


            —No te preocupes, amiga. —La rodeó con el brazo—. No tengo problemas con eso, mi casa es muy modesta, después de que pintes tu lienzo, podemos ir para que la conozcan. —Alberto sonrió.


            —Entonces, no hay tiempo que perder, amiga, vamos a acomodarnos para que tu primera obra se haga realidad —dijo Alberto.


            Volvieron al auto, no habían recorrido mucho de la playa. Adriana sacó su bolsa con todos los utensilios necesarios.


            Caminaron varios pasos, la playa era muy amplia. Casi llegaron hasta el mar, el auto ya se veía pequeño y casi no se distinguía por estar a contraluz, sin embargo, el océano se veía majestuoso, la luz de la luna y las estrellas se reflejaba en todo su esplendor, era como si toda el agua fuese un espejo. Oscar entendía la razón por la que los antiguos pobladores admiraban las estrellas y la oscuridad, así que, cuando vieron un fenómeno totalmente extraño para ellos, era entendible que lo relacionaran con la maravilla que se ve en el cielo. ¿Habrá cangrejos negros en esta zona?, lo dudaba.


            —Aquí está perfecto —dijo Adriana, mientras jugaba con los pies sobre la arena.


            —Te ayudamos a poner todo lo que necesites. —Laura estaba alegre.


            —Harás algo espectacular, estoy seguro. Me siento orgulloso de tu trabajo. —Alberto hablaba, aunque Oscar no estaba seguro de a que se refería realmente.


            —Gracias, amigos, a todos, esto no es algo que solo yo he logrado, todos nos hemos esforzado por conseguir esto. —Adriana los volteó a ver a todos. Oscar sabía que hablaban del videojuego, más que de las aventuras que habían tenido.


            Hubo un abrazo grupal, todos se veían felices.


            Sacaron el caballete, acomodaron el bastidor y Adriana preparó lo demás para comenzar con su lienzo. Oscar aprovechó y sacó la bolsa con los chocolates, su prima sonrió.


            —Oh, te acordaste. —Tomó uno en forma de corazón e invitó a los demás a comer de sus dulces. Oscar eligió uno con una especie de trazado verde, seguro era de los que tenían menta. Muy sabrosos, con el frío de la playa, Adriana tenía razón en decir que era una buena idea esa combinación.


            —Nosotros nos iremos a sentar por allá para contemplar el amanecer, ya no falta mucho, será el primero para todos. —Alberto estaba muy entusiasmado—. Será algo especial, ya lo verán. —Oscar estaba seguro de ello, le gustaban sus amigos, el paisaje, la naturaleza, todo se le hacía hermoso.


            Alberto y Laura caminaron hasta la orilla del mar, iban hablando, en eso Alberto se quitó sus zapatos, seguro Laura le había dicho que no los fuera a mojar. Sumergió los pies en lo frío del agua, se escucharon risas.


            Hacían una linda pareja, Alberto, un Virtus que era usuario de un videojuego macro realista, y Laura, una persona adecuada a su época, pero con cualidades de un Virtus.


            Oscar sonrió por ellos. Los imitó quitándose sus zapatos y los calcetines, los acomodó cerca de su prima y hundió los pies en la arena, jugando y escarbando con sus dedos.


            —Es muy fresca la arena, prima, deberías sentirla al natural. —Adriana le hizo caso, al parecer se sentía más fresca y feliz después de eso…


            Un perro cruzó corriendo a toda velocidad frente a ellos, los primos lo vieron sorprendidos, luego unieron sus miradas de interrogación. El animal corrió hasta donde Alberto y Laura se habían sentado, no muy lejos de donde estaba el caballete, dio la vuelta y un montículo de arena salió despedida en dirección a los tortolitos.


            —Disculpen, lo siento, no es peligroso, es mi perro, le gusta mucho correr y saludar a las personas. Es muy dócil. —Una voz femenina hizo que los primos dejaran de ver ese espectáculo y miraran en dirección a los acantilados, una mujer venía caminando con una correa en la mano, se veía mayor que ellos.


            —Oh, no se preocupe, es muy bonito su perro, ¿cómo se llama?


            —El juguetón se llama Zingo. —Se acercó a la mujer, era un dálmata, Oscar no había visto nunca uno, hace muchos años habían desaparecido por diversas circunstancias, pero sabía que en estos tiempos todavía se podían encontrar, sin duda, era un perro muy bonito y atlético, lleno de vida—. Yo me llamo Wendy, mucho gusto. —Saludó de manos a los primos, el animal se dedicó a olisquear todo lo que podía, siempre con su cola moviéndose a gran velocidad.


            —Solemos venir a pasear antes del amanecer, casi siempre está la playa sola. Ya habrán notado que no hay mucha actividad a estas horas. Aprovechamos esto para que mi amigo ande corriendo libremente por todas partes. —Acarició a su mascota antes de que saliera despedida en dirección a Alberto y Laura.


            »Tengo que ir con sus amigos, no se vayan a asustar. —Dicho esto, Wendy siguió su recorrido hacia la orilla del mar. Oscar no sabía de dónde habían salido.


            —Que mujer tan simpática —comenzó Adriana—. Yo creo que la pintaré en mi paisaje junto con su pequeño amigo, bueno, su gran compañero, es bastante grande la verdad… —Antes de que Oscar pudiera responder, su prima salió corriendo tras ella.


            Oscar se quedó viendo la escena, sus tres amigos jugando con Zingo, platicando con Wendy. Le gustaba aquello, prefería verlo y disfrutarlo que involucrase.


            Sus dos amigos se levantaron y se distanciaron, se oían risas y gritos: «Zingo, ven, vamos, corre». Estaban todos apartados entre sí, como si fueran esquinas de un cuadrilátero, el perro parecía que estaba en una carrera, de un punto a otro sin detenerse, se veía con mucha energía.


            A pesar de la oscuridad, notaba la arena despedida cada vez que se giraba antes de llegar con alguien. En eso se desvió y corrió directo a él. Llegó jadeando y se sentó sobre su pie, a pesar de todo el espacio, estaba justo sobre su extremidad. Resoplaba fuertemente y Oscar aprovechó para acariciarlo un momento, antes de que volviera con Wendy para continuar su recorrido. Veía a sus amigos, aunque no estaba muy iluminado, sabía que sonreían.


            Wendy se despidió de todos con la mano y continuó su recorrido con Zingo, eran dos seres muy alegres que recorrían una hermosa playa, sin duda, algo para recordar.


            Adriana regresó feliz con su primo. Alberto y Laura se habían vuelto a sentar y sus cabezas estaban juntas, Oscar podía asegurar que se abrazaban. Estaba comenzando a aclarar.


            —Esto es algo hermoso, primo, a pesar de todo lo que ha sucedido, no creo que las personas sean tan malas como me las he imaginado con tus relatos.

            —La vida es muy linda, dependiendo de la época y las circunstancias en las que nos encontremos, pero siempre habrá algo para disfrutar. Lo maravilloso de este lugar, es que tiene todos los beneficios que tenían las personas en estos tiempos, pero sin las dificultades que atravesaban.


            —Me voy a acostumbrar rápidamente a este ambiente. Te puedes mudar conmigo primo, ¿no te gustaría despertar viendo al horizonte y disfrutar de la inmensidad del océano? Todo pacífico y espectacular. —Mientras decía esto, Oscar recordó su aventura por la bodega de los huéspedes del hotel, justo antes de llegar, había visto la biblioteca.


            —Será todo un honor para mí. Ya he pensado en que quiero trabajar, que es lo que haré en nuestra nueva realidad. —Sacó una de sus libretas.


            »Quiero escribir todas nuestras aventuras, una especie de diario para que la transición de humanos a Virtus sea más próxima y sin tantos problemas. Hacer una especie de libro que ayude a las personas que estén perdidas a encontrar su camino, hallar su destino y finalmente convertirse en Virtus… ¿Te imaginas, una especie de manual que nos hubiera podido ayudar en esta evolución? Hubiera sido algo maravilloso…


            —Primo, dime algo, ¿cómo fue que cambiamos para bien?, me refiero, ¿cómo es que evolucionamos de personas a Virtus?


            —Comenzó cuando las personas se aceptaron y comprendieron su naturaleza.