¿Por qué la puerta está arriba?

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Suspenso (Oscuros) y Regular (Dimensiones).

Este cuento pertenece al libro: Susurros de muerte.


Fue invitado por el primo a su vieja casa, aquella que lo hospedaba desde que era infante. Un sitio de lo más extraño, se notaba una localidad descuidada, pobre, abandonada y con serios problemas de delincuencia. Las fachadas de otros domicilios estaban rayadas con grafitis de muy mal gusto. Sentía peligro por el simple hecho de caminar por esa vecindad.


            Llegaron a la entrada, una rudimentaria puerta de metal descolorida y con signos de desgaste por el óxido y las lluvias, además de algunos pequeños golpes en la parte baja. Abrió con un crujido espantoso. Para su sorpresa, el portón cedió hacia el exterior, eso no era algo usual, puesto que los ingresos deben de girar hacia el interior, para evitar golpear a los peatones que estuvieran fuera del domicilio, una cuestión básica de seguridad. Tal vez las pequeñas hendiduras que veía eran por el traqueteo que hacía el metal al rozar contra el pavimento que ya estaba manchado por el constante uso.


            La luz del sol se coló al interior, permitiendo ver un doble fondo. Primero estaba una especie de piso de madera gastado que terminaba en un borde, para dar paso a un suelo de cemento viejo sin pintar. Era como si se tratara de un escalón de viga hecha de un tablón y luego cediera a la verdadera superficie debajo, con diferencia de aproximadamente un metro de profundidad, algo muy raro.


            Su primo entró, agachándose para pasar sin golpearse, pues el umbral era muy bajo. Cuando estuvo en el interior de la vivienda, se hincó, encendió la luz y luego se lanzó al piso de cemento, se notaba mucha pericia en sus movimientos, los dominaba a la perfección.


            La iluminación le permitió ver un poco más. Imitó a su familiar, entrando al primer piso, vio que las paredes tenían un color gris sucio y corroído por el tiempo, parecía una prisión antigua y malgastada. Se sentó para dejarse caer con más facilidad. Cuando se volteó, descubrió que el suelo que fungía como escalón de un metro hecho de madera, se trataba en realidad de un mueble viejo. Pudo notar que los cajones estaban carcomidos, lo que lo hacía sospechar que eran empleados como pequeños peldaños para subir a la superficie, es decir, salir a la calle de ese horrible vecindario.


            —Puedes pasearte por la casa, yo iré a buscar unos papeles —dijo su primo sin importarle la cara de sorpresa del invitado.


            —De acuerdo, iré al baño —respondió rápidamente, quería alejarse de aquella entrada.


            —Queda hacia abajo. Saliendo de la habitación encontrarás el comedor, te sigues de frente hasta el jardín, a la izquierda está el baño.


            —Gracias, más tarde vengo a ayudarte en la búsqueda.


            —Sí, está bien.


            Su primo se agachó en un estante para abrir uno de los cajones y buscar entre un conjunto de papeles que estaban acumulados desde, al parecer, hace muchos años. Enfrente se encontraba una cama individual muy desgastada, a pesar de contar con sábanas y una cobija sucia, se percibían los resortes saltados que ondulaban la superficie que debería de ser recta. Sintió pena el solo hecho de imaginar a alguien durmiendo ahí.


            Se inclinó para salir de la habitación, que todavía era muy oscura a pesar de tener la puerta abierta y la luz encendida. No había puertas divisorias, solo umbrales en las paredes, haciendo parecer que estaba en una casa incompleta y abandonada.


            Al otro lado también reinaba la penumbra. Un comedor solitario y largo colocado en una especie de pasillo más ancho de lo normal, dejando un pequeño margen a los costados para poder pasar al jardín. Se notaba polvo en la mesa y en las sillas, como si la última comida servida en ese lugar hubiera sido hace décadas.


            Tenía una configuración única y bastante extravagante aquella vivienda. Para empezar, entraba de una manera nada cómoda a un cuarto para luego pasar al comedor y finalmente a un patio central que lleva al baño, otros cuartos, cocina y una especie de sala que, según recordaba, fungía como bodega de todos los enseres que nadie quería, pero que les eran indispensables para coleccionar.


            Salió al jardín. De lo poco que no se veía tan abandonado, un poco cuidado al menos. No había un techo, estando al aire libre. Los pájaros cantaban a lo lejos. Solo ahí había luz natural que no llegaba a otros lados de la casa con tanta facilidad. En el centro se encontraba una fuente, era sorprendente que tuviera agua, pero todavía más increíble es que estuviera en funcionamiento.


            Corría una brisa de uno de los tejados de algún cuarto, tal vez el de enfrente, justo del otro lado del hontanar redondeado. Los arbustos danzaban rítmicamente, era lo único que parecía tener vida en ese lugar.


            Entró al baño que se encontraba descuidado y sucio, parecía que no había nadie para limpiarlo o, al menos, darle mantenimiento. Sin duda alguna, él no viviría en esa casa. Cuando salió, se sorprendió de ver que alguien estaba del otro lado de la rotonda, apenas vislumbraba la silueta a través del agua. No se trataba de su primo, pues la figura incógnita era más delgada.


            Caminó cautelosamente, creyendo que tal vez se trataba de una ilusión y que no eran más que las sombras de esos arbustos los que jugaban con su mente.


            —Hola sobrino. —La imagen humanoide le habló sin preámbulo.


            —¿Tío? —respondió precavidamente, no sabía lo que sucedía.


            —Sí, soy yo. ¿Cómo estás?


            —Creí que habías muerto… no… no sé por qué creía eso. —Tenía los ojos muy abiertos.


            —Muchos piensan lo mismo, desde que ya no puedo salir de casa, la gente ha asumido mi fallecimiento.


            —¿Qué pasó? —No podía creer lo que ocurría.


            —Ya no puedo subir ese mueble para salir de la casa.


            —Pero… ¿por qué?


            —Soy viejo, ya no tengo la energía para trepar por ahí.


            Se quedó pensando el sobrino, sin saber que responder. Creía que había fallecido hace años, era algo inusual verlo ahí parado. A pesar de estar más delgado de lo que recordaba, se notaba bien. Su tío lo observaba, como si lo estuviera estudiando.


            El familiar fantasmagórico se sentó, perdiéndose de vista. El sobrino se trasladó hasta su lado y se dio cuenta de que había dos mecedoras, como esas camillas de playas para recostarse. Se colocó en una de ellas, la de la izquierda.


            —¿Por qué nunca nos dijiste que seguías con vida? —reprochó sin desearlo.


            —Me gusta saber lo que la gente piensa cuando cree que he muerto.


            Eso era muy raro, tenía tanto en que pensar. ¿Por qué hacía eso?


            —Mi primo… este, ¿por qué él no me dijo de ti cuando entré?


            —Yo le dije que no lo hiciera. No quiero que la gente crea que sigo con vida.


            —Pero si te iba a encontrar aquí, ¿no hubiera sido mejor que me dijera que estabas?


            —¿Y perderme tu reacción?, no lo creo.


            —¿En serio has fingido tu muerte solo para ver cómo reacciona la gente?


            —Es muy divertido, deberías de intentarlo alguna vez.


            Sentía que el tío había perdido la cordura y que su hijo lo estaba apoyando en sus desvaríos, eso no era para nada sano. Volteó a ver el piso y luego pensó en los documentos que estaba buscando su pariente.


            —¿Por qué me trajo mi primo a buscar esos papeles?, es más, ¿para qué son? —Quería respuestas a la ocasión irreal.


            —Son documentos de la casa.


            —Pero… ¿por qué yo? ¿Para que querían que viniera si… si te gusta fingir que has muerto? —dijo lo último un poco más bajo, como avergonzado.


            —Porque hay cosas que te quiero contar.


            —¿Qué?


            —Pero necesito que no se lo digas a nadie.


            —¿Por qué?


            —Por diversión.


            —¿Diversión?, ¿así cómo fingir la muerte? —casi gritó la pregunta final.


            —Exacto, sabía que me entenderías.


            —No, no lo entiendo. —Volteó a verlo, él tenía una amplia sonrisa.


            —Ya lo comprenderás.


            —No sé tío, no creo que eso sea lo más adecuado. —Su pariente lo tomó de un brazo, se sobresaltó un poco, no esperaba su contacto.


            —Es un favor, si lo quieres ver así. ¿Lo harías por tu difunto tío?


            No pensaba hacer eso. Su familiar había perdido la cabeza, estaba completamente loco y era imposible seguir el juego como su primo.


            —Sí, pero primero necesito pensarlo.


            —No hay nada que pensar. Te puedes quedar aquí sin problemas. —Su tío trataba de manipularlo sin ser claro en sus palabras.


            —¿Cómo?, ¿qué es lo que quieres?


            —¿Qué no es obvio?


            —¿Quieres que me quede contigo?


            —¿No sería fantástico?


            —¿Estar aquí los dos, fingiendo nuestra muerte?


            —Ajá. Sabía que lo comprenderías. Mira nada más la hermosa vista que tengo a diario, el sonido del agua, la brisa que corre desde el tejado, el canto de los pajarillos, los arbustos que cuido con total dedicación. Tengo todo lo que necesito para ser feliz.


            —¿Por qué yo? —El brazo de su tío seguía sujetando el suyo.


            —Porque eres muy inteligente. ¡Como yo! Ambos somos extraordinarios.


            —¿A qué te refieres?


            —Me divierten tus dudas retoricas, fingiendo ser alguien ordinario. No es necesario que te menosprecies en mi presencia, puedes hablar con total libertad conmigo, soy tu igual, te comprendo a la perfección. ¿No te gustaría?, ¿por primera vez estar con otro genio que te entienda y dejar de gastar tanta energía en fingir ser uno más del montón? —Su tío sabía de lo que hablaba, tal vez no estaba tan chiflado como pensaba.


            —Eres la abstracción en pintura. —Una frase compleja que no cualquiera comprendería, lo dijo con intención de saber la respuesta que daría su familiar.


            —Ambos vemos más allá de lo ordinario, percibimos con el pensamiento aquello que escapa de la comprensión de los simples.


            —Creo que al final de todo, somos iguales. —Su vista estaba clavada al piso.


            —En realidad… eres más inteligente que yo.


            Eso lo sabía el sobrino, pero no lo pensaba decir.


            —Y es por eso por lo que saldré de la casa. —Aprovechó lo último para escapar de aquello.


            —Lo entiendo —dijo en un tono lastimero el tío.


            —Es como tener una conversación con uno mismo, obviando los puntos medios y llegando al resultado de una manera inmediata.


            —Totalmente. Una velocidad de pensamiento extraordinaria, poder inferir correctamente el resultado adecuado, aun careciendo de las variables que parecen esenciales.


            Su tío se levantó, le costaba caminar. Apoyándose en su sobrino anduvieron hacia la entrada de la casa, iban a un paso muy lento. Cuando llegaron a la habitación, que muy probablemente era de él, no encontraron rastros de su primo.


            Empezó a sospechar que se trataba de una trampa, la puerta estaba clausurada. Rápidamente se apresuró a subir el estante, el familiar trató de impedirlo, pero no tuvo fuerzas para lograr su hazaña.


            —¡Espera, no te vayas aún! —gritó aquel sujeto extraño en la superficie del cuarto.


            —Está cerrado, ¿cierto? —respondió el sobrino.


        —Así es, no quería que te pudieras ir con tanta facilidad.


            —Aun así, sabes que me iré, ¿verdad?


            —Así es, no puedo cortar tu libertad. —Todavía se negaba a quedarse solo.


            —Solo quiero saber una cosa.


            —¿Cuál? —preguntó al mismo tiempo que se tendía en la cama, haciéndola rechinar en unos crujidos que resoplaron en eco por toda la habitación en penumbras.


            —¿Por qué la puerta está arriba?


            —Si te dijera que la casa se está derrumbando, ¿me creerías?


            —Creo que lo entiendo… —Abrió la puerta, de cierta forma no tenía llave, pero sí un seguro que impedía salir fácilmente.


            —¿Nos volveremos a ver, cierto? —preguntó aquello, a pesar de conocer la respuesta.


            —Así es, de alguna forma estamos ligados —dijo lo último de la misma forma en que había hablado su familiar.


            Salió de la casa, dejando a su tío en las penumbras de aquella extraña y oscura vivienda.

 




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