La casa en el mercado que lleva al mercado.

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Tenía que ir a comprar unos artículos al mercado, no solía procurar esos espacios y le eran desconocidos. Rara vez circulaba por ahí, solamente lo hacía para pasar, suponía algo muy escaso el detenerse a ver lo que ofrecían. Generalmente le parecían que eran objetos de baja calidad y desechables, que servían para unas cuantas veces y después ya no se usaban más. Tal vez eso era útil para algunas situaciones, pero en general prefería algo más resistente y duradero.


            Iba acompañando a sus padres, él era mayor y vivía independiente, pero solía frecuentar de vez en cuando a sus familiares. Un fin de semana tenían que ir a comprar algo, así que fue con ellos.


            Salieron como en los viejos tiempos, caminando entre el laberinto de puestos, donde los vendedores gritaban sus pertenencias, los transeúntes chocaban distraídamente y los perros buscaban alimentos en los locales de comida. Era un espacio bastante concurrido.


            Lo que se vendía ya había sido usado, de segunda mano. Algunas mercancías eran sumamente básicas y toscas, como los juguetes infantiles que ni siquiera se habían molestado en pintar, después de todo, eran desechables y funcionaban para la ocasión.


            Yendo entre el mar de personas, el lugar estaba atiborrado de gritos y niños corriendo y jugando, sin preocupación de sus padres por cuidarlos.


            A él le parecía un mercado ambulante, los locales se ponían antes del amanecer, cuando más frío hacía, para retirarse con el sol ocultado, comenzando nuevamente al siguiente día de igual modo, en medio de las calles, entre las viviendas de una zona concurrida y colonial. No se puede pasar en auto, ni siquiera se sabe qué dirección tomar, pues los nombres de las calles están tapiados con adornos y utensilios de los puestos, como lonas, tablas y objetos a vender.


            Mucha gente había recurrido a simplemente abrir la puerta de su casa, sacar el sinfín de objetos y exponerlos en la banqueta, sentados ellos en un banco desgastado y viejo, haciendo su vida desde ese lugar, ya sea que estén educando a sus hijos, durmiendo, comiendo o hasta usando el celular; incluso hay quienes cocinan. Es todo un mundo distinto, los adentros de esos sitios que son ampliamente conocidos por los comerciantes y clientes, pero un laberinto sin frente para los extranjeros y perdidos que cruzan sin saber el rumbo.


            Llegaron al corazón del mercado, se encontraba en el centro de todas las calles, como si de ahí surgiera y se expandiera a los alrededores el mercado. Vendían películas piratas en la esquina de un domicilio, al lado, un puesto de comida corrida, tal vez eran gorditas. Hallaron la entrada de un edificio viejo y polvoriento, desgastado a más no poder, parecía que se iba a derrumbar en cualquier momento; junto a él, más comercios de esos que venden artículos tecnológicos similares a cargadores, cables variados, audífonos y demás utensilios. Se trataba de un sitio escalofriante, la luz del sol apenas llegaba, permitiendo un ambiente lúgubre y solitario. Para ser el foco de todo un espacio que reboza de gente, se encontraba relativamente vacío.


            Una señora entró a la casa. Él y sus padres también ingresaron, dudaba de si estaban cruzando propiedad privada, pero, ya que ellos conocían mejor el rumbo, decidió no intervenir. Por dentro no había muebles, ni siquiera una habitación, era un pasillo que se curveaba a la izquierda sin dejar ver hacia donde se dirigían. El piso no estaba pavimentado, se encontraba lleno de tierra seca de un color marrón claro, las pisadas mostraban que la gente lo frecuentaba mucho. En la esquina una mesa simple y desgastada, tal vez atrás de ese estante se sentaba alguien a vigilar o a vender.


            Dieron la vuelta y siguieron el camino que ahora se torcía hacia la derecha, como si estuviera rodeando una pared que dividiera el exterior de lo que fuera que estuviera ahí.


            Frente a ellos, un patio muy grande con varios cuartos abiertos. Se trataba de una vecindad, pero ya no era solamente eso. Entraron al umbral principal, el más grande de todos, su interior era muy distinto a lo que se esperaba. Se trataba de un mercado, de esos cerrados y ordinarios, construidos para la población con puestos que no eran ambulantes, sino que estaban aprobados por el gobierno. No parecía haber más salidas que el lugar por el que habían cruzado. Se dio cuenta de que habían tumbado el edificio original, usando sus divisiones como apoyo para cercar los puestos.


            Caminaron hacia una de las orillas, deteniéndose en un puesto de frutas y verduras, cogieron varios tomates verdes y los colocaron en una bolsa. La gente iba y venía, era un lugar muy concurrido y amplio. Consideraba algo extraño que estuviera en un mercado, entrando justo por otro igual, solo que ambulante y callejero. Compraron varios artículos más, como carne, pescado, huevos y muchas verduras.


            Después de toda la faena, fueron a desayunar en una esquina. La vendedora los saludó, al parecer era un sitio predilecto para sus padres, ahí habían hecho una tradición. No se había dado cuenta, pero la mayoría de las personas eran mayores, como si regresaran a los sitios vetustos con los suyos, a vivir alegres sus años superiores.


            Se preguntaba cómo es que se había inventado ese espacio. Suponía que se trataba de una vecindad a la que le tumbaron una parte para crear el mercado, luego comenzó a expandirse con los puestos ajenos y más tarde se propagó por todas las calles, dejando ese recinto enclaustrado y distante, apto solo para los que ya conocían el rumbo.


            Mientras salían, podía ver cómo iban cambiando los tipos de ventas, algunas estaban escondidas y ofrecían servicios para mayores de edad, era evidente que por ahí no pasaban infantes. Entre más al exterior se encontraban, mayor era la cantidad de artículos contemporáneos que se podían hallar. Todo un viaje del tiempo, solo necesitaban cruzar esa extraña casa en el mercado que lleva… justo a otro mercado.





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