Descanso verde.

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Imaginar un sitio utópico, sin problemas ni preocupaciones, libre de restricciones, donde la paz se pueda respirar. Suena muy fabuloso, pero se puede crear, todo está en la mente, el ambiente es solo un nexo para conseguirlo.


            A determinadas horas donde el frío sopla en las hojas humectadas y desprende un olor gélido, aquel momento en el que la oscuridad bufa y no hay murmullos humanos, como si el planeta se tomara un descanso y uno se encontrara totalmente solitario. Aunque sea un breve momento, se puede conseguir y aprovechar. No hay que buscarlo, ni tampoco obsesionarse con ese aspecto, de lo contrario será desdichado en lugar de un sitio mágico. ¿Cómo lograrlo?, puede ser en cualquier momento, entre menos preocupaciones, mejor.


            Un arroyo o un pequeño canal con agua corriendo es fantástico. Aquel instante en el que el cielo va oscureciendo y el frío comienza a venir lentamente, sentado a unos pasos del riachuelo, escuchando los últimos momentos de vida de un día ordinario. Justo en aquel trance, ese pequeñísimo momento en donde se hace la modificación diurna a nocturna, cuando todavía no está delimitada ninguna de las dos, el tiempo en que no hay búhos ni cansancio corporal intenso que nos impulse a irnos a dormir. Apagando la energía de la jornada, apaciguando lo sucedido y cambiando de umbral, pero sin llegar a cruzarlo por completo, ahí, ese es el mejor momento.


            Con las piernas cruzadas y en soledad, unidos al pasto, viendo la oscuridad acrecentarse. Con las emociones al borde, al igual que lo está el final de un momento y el comienzo de otro. Un paisaje combinado de colores helados, oscuridad mezclada con un azul y verde, pequeños matices resplandecientes a lo lejos de las estrellas.


            El tiempo parece detenerse, al menos lo suficiente como para estar solos con uno mismo en los pensamientos, tener un mejor autocontrol al ya no tener que afrontarnos al ambiente, sino simplemente disfrutarlo, que cambie y se modifique naturalmente, nosotros hacemos lo mismo. Descansar la mente, dejarla fluir, ordenándola a libertad. Viviendo.


            Aunque sea un pequeñísimo momento, existe el descanso en el exterior y en nuestro interior. Algo que yo suelo llamar con el nombre de un color: verde. La transición constante de algo inmaduro que está siempre creciendo y germinando.





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