Luz blanca, luz azul.

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Suspenso (Oscuros) y Corto (Dimensiones).

Este cuento pertenece al libro: Fenómenos del poblado.


De viaje con su familia tuvo un incidente, una de las llantas del vehículo se ponchó y tuvieron que parar a que lo arreglaran. Lamentablemente el problema iba a ser mayor, por lo que decidieron quedarse en un hotel dentro de la pequeña ciudad por la que atravesaban.


            El servicio de seguros del auto fue muy amable. De ellos dependió todo el trayecto y siempre estuvieron al pendiente, de hecho, parece que fue demasiado, no dejaban que nadie tuviera alguna inconformidad de ninguna manera.


            Las maletas se habían quedado en la cajuela, aseguradas dentro del vehículo que sería restaurado al siguiente día. Los mecánicos mencionaban que no era una simple ponchadura de llanta, sino que había un problema con el rin y se tenían que traer piezas de otro pueblo, además de que el proceso iba a llevarles toda la mañana. Así que, para el siguiente día en la tarde, la familia estaría lista para partir de viaje nuevamente.


            A pesar de que se les estaba haciendo de noche, no se encontraba tan oscuro como para que encendieran las luces de la ciudad.


            Fueron rodeando, desde el mecánico hasta el hotel que colindaba con la playa, por trayectos angostos y secundarios, como si evitaran que la familia fuera por la vía principal, la cual cruzaron solo en un momento.


            Las luces de la ciudad se iluminaron y la vida nocturna creció. Fiestas a la orilla del mar y en el malecón, sobre todo mucha vibra juvenil.


            La familia decidió quedarse a descansar, en lugar de salir a divertirse, pues el camino todavía era largo y tenían que esperar al día de mañana. Además, el hotel era muy lujoso, no iban a desaprovechar la oportunidad que les habían brindado los del seguro.


            Pidieron de comer a su habitación, todo el servicio era incluido. Podían ver la iluminación lejana en un mar negro y danzante con los ecos festejantes que se encontraba a varios pisos por debajo de ellos. En realidad, no era molesto el ruido, una vez cerrada la ventana y puesto el aire acondicionado, todo estaba muy relajado para dormir.


            Uno de los integrantes quiso salir por algo que olvidó en su maleta, pero los otros trataron de convencerlo para que no fuera, pues quedaba como a veinte minutos en vehículo, además de que ya habían cerrado y no era realmente necesario.


            Después de un tiempo, dijo que saldría por algo a la tienda, los demás lo dudaron, pero accedieron, ya que estaban tan cansados que no querían problemas.


            Entró al elevador y bajó para salir del hotel. Enfrente el mar brillaba con las luces artificiales y con la energía de las fiestas que se encontraban en los locales aledaños en el mismo malecón.


            Caminó durante un rato, admirando el paisaje alegre y helado por la brisa húmeda.


            Cuando divisó una de las calles por las que los habían trasladado, cruzó y trató de hacer memoria para recorrer todo el trayecto de regreso al vehículo, aunque fuera a pie. No tenía sueño y desconocía con exactitud en que lugar se encontraba el taller, así que lo mejor sería ir andando tranquilamente.


            Llegó a la calle principal, bastante transitada, por lo que tuvo que esperar a que los autos disminuyeran para poder cruzar con precaución. Mientras observaba la retaguardia de los coches, comprobó que algunas luces traseras eran blancas y otras azules, eso le dio curiosidad y creyó que serían extravagancias de los turistas o de aquellos que quería llamar la atención en una playa de ese estilo.


            Alguien lo estaba viendo, se le acercó diciéndole que tenía que regresar a su hotel. Se trataba de uno de los agentes de seguro que lo habían recogido, no querían que tuviera más inconvenientes por esos lugares y solo buscaban ayudarlo a mejorar su instancia accidentada. Aceptó y regresó, pero la persona seguía a escasos metros de él, lo iba vigilando.


            En cuando llegó al malecón, se fue directo a la arena de la playa y se escondió para salir en otro lugar y retomar su actividad.


            A lo lejos vio en el hotel que varios uniformados estaban al pendiente de lo que sucedía. Ellos lo observaron y comenzaron a seguirlo a pasos firmes.


            Sin dudar y terco a lo que estaba sucediendo, fue yendo por cada calle que podía para tratar de salir airoso y llegar a su vehículo.


            Nuevamente frente a la calle principal. Cada vez menos autos, pero con esa extraña tendencia de tener luces blancas y azules.


            Como pudo, cruzó rápidamente para voltear y ver que un grupo de cinco personas se encontraban haciéndole señas para regresar, le pedían a gritos que no se arriesgara, que necesitaba ir a descansar con su familia, pues lo estaban esperando.


            Sin responder, se fue por el lugar más oscuro, sabiendo que iban tras él. Trató de seguir una estrategia, pues desconocía el poblado y el sitio donde se encontraba su vehículo.


            Ingresó a una tienda y se compró unas botanas, comiéndoselas ahí mismo, como si fuera un citadino más que estuviera esperando a alguien. Mientras tanto, hacía tiempo para que los del seguro no supieran en donde se encontraba.


            Sentado ahí, viendo hacia el exterior, pensaba en lo que querían aquellos sujetos y las razones por las que se negaban a que siguiera andando. Tal vez sospechaban que iba por su auto y estaban realizando actividades ilícitas. Lo dudaba, porque se meterían en serios problemas legales si hacían eso, así que, ¿qué es lo que querían?


            Terminó de comer y salió. Frente había una gasolinera en donde preguntó por la dirección del taller en donde se encontraba el vehículo. Al principio se mostraron recelosos los trabajadores de darle explicaciones, pero en cuanto les dijo que quería comprar combustible para llevarlo porque se lo habían encargado, se mostraron menos reticentes. Le vendieron un galón y le dieron las indicaciones, aunque con algo de desconfianza.


            Cuando volteó, comprobó que los sujetos del seguro estaban muy cerca y que lo habían localizado. Se echó a correr y los despachadores lo comprendieron, era un extranjero que andaba en malos pasos. Permitieron que los perseguidores fueran tras él, veían todo atentamente.


            Todo el tiempo estuvo en la calle principal cerca de un puente peatonal. Subió jadeando y vio que todavía quedaban algunos autos circulando, con sus luces blancas y azules.


            Observó la tranquilidad del ambiente, durante unos instantes había decidido quedarse ahí y acatar a los del seguro que querían protegerlo. Tal vez el sitio era peligroso y andaba en malos sitios a esa hora de la noche, por eso era tanta la insistencia de regresar.


            Tenía llamadas en su celular y mensajes que le pedían volver.


            Corriendo con su último esfuerzo, aún con el galón de gasolina, se dirigió al final del puente, bajó saltando algunos escalones e ingresó a una tienda que nunca cerraba.


            Fue caminando tranquilamente hacia el área de café, iba a comprarse uno como si fuera un turista que tenía antojos a alta hora de la noche. El vendedor no le prestaba la mínima atención.


            Vio alejarse a los del seguro, era tan fácil esquivarlos. Cuando ellos estaban arriba, no comprobaron que él se había metido a un local y creyeron que había corrido hacía la playa. En realidad, seguía ahí cerca de la calle principal.


            Una persona entró a la tienda. Era uno de la gasolinería, el que le había vendido el líquido. Sospechaba que lo iba a retener, pero se fue a comprar unas galletas, observándolo en todo momento. Después de pagar y seguir vigilándolo, se le acercó.


            —¿También ves las luces azules?


            —Sí, ¿la de los autos?, ¿no?


            —Lo sabía —dijo sacando un suspiro de alivio—. Acompáñame.


            Regresaron a la gasolinería mientras le iba contando algo de lo más extraño, señalando hacia abajo del puente los coches que se alejaban.


            —Somos pocos los que las vemos, es para poder identificarnos entre nosotros.


            —¿Cómo?


            —Sí, casi todos ven luces blancas, de hecho, los humanos así las ven.


            El turista lo volteó a ver con cara de incredulidad.


            —Es que es así, no hay más, algunos de nosotros podemos ver esas luces azules. Los que no somos de aquí —continuó diciendo aquel trabajador nocturno.


            —Eso significaría que…


            —Por eso te quieren proteger, para que sigas creyendo que eres como los demás. Que solo ves luces blancas.





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